Cada vez que se ponía esa cinta rosa lograba algo importante, era su amuleto, le traía suerte desde pequeña.
Muchos creían en ella, para todo un país dado a encumbrar deportistas, Marta Domínguez era una luchadora que se había ganado la condición de una de las grandes deportistas de la historia de este país.
Se cae el mito, se cae todo lo que es, y con ella muchos más deportistas, muchas más ilusiones.
La cinta rosa de Marta en el suelo, pisoteada, sucia y abandonada, ya no tiene una digna dueña, el cubo de la basura es ahora su refugio.